sábado, 12 de marzo de 2011

Cuentos Cortos

AMANECÍA EN PINE WOOD CREEK




Amanecía en Pine Wood Creek.  Don Camilo bajó del camión porque había llegado al final de su viaje. Cruzando la puerta de hierro que permitía el acceso al depósito, procedió a la apertura de los enormes postigones para permitir la entrada al camión, que sería descargado de inmediato por dos empleados de la terminal.  Don Camilo traía a diario una carga de leña dura para alimentar el fuego de los vecinos, durante el largo invierno en aquella zona.  Mientras abría, pasó por su lado el Sr. Lupus Wolfe, quién  era el propietario de este depósito, así cómo de otras fincas en el poblado.  Se saludaron brevemente y la operación de descarga comenzó al poco rato, mientras el Sr. Wolfe se alejaba en su camioneta azul.  Más tarde llegarían en sus respectivos vehículos, los vecinos del poblado que pagaban buen precio por esa leña y la retirarían del depósito en cantidades pequeñas, ya cortadas en astillas aptas para su consumo.

A esa misma hora y como a un kilómetro y medio de allí, despertaba la familia Roja. Catherine Big Roja bajó primero y se puso a preparar el rico desayuno que alimentaría a su hermana menor  esta jornada. Finalmente, Little Riding Hood, que así se llamaba la jovencita, bajó a desayunar y lo hizo muy contenta, al tiempo que preparaba su mochila para llevar alimentos y conservas a su abuela Gertrudis, la que moraba, como ya habrán adivinado, al otro lado del pueblo. Lo que quizás no sepan, es que la abuela Gertru (llamada familiarmente así por Little Riding) poseía una importante finca, ambicionada desde comienzos de este relato, por el infame Sr. Wolfe, quién también tenía fantasías con la simpática jovencita Little Riding. Así, esa mañana decidió tomar finalmente la cabra por las guampas y se fue a casa de la abuela Gertrudis. Golpeó la vieja puerta con el puño y cuando la buena anciana le abrió la puerta creyendo que era su gimnasta personal, la ató a una silla y la amordazó,  esperando confiado  la llegada de Little Riding, que estaba en camino guiando su Studebaker descapotable llevando su gorro punzó, por ser temporada de caza. Entonces comenzó el acoso de la anciana, para que firmara un documento en el que cedería su propiedad.  Como ella se negaba, pensó rápidamente que pronto llegaría Little Riding a la casa y que ésta sería mejor rehén para su infame cometido. Ya su pasión no tenía freno y se metió a la cama que usaba la anciana, pensando atacar a la jovencita a poco que entrara y mediante la amenaza, obtener la firma.  Pero a causa de cierta tendencia poco resuelta en su juventud, se vistió con prendas de la abuela que encontró en placares y roperos. Justamente entonces, contemplándose en el espejo de cuerpo entero, que estaba en la puerta del placar,  mientras alisaba su cabellera recién adquirida gracias a la peluca favorita de abuela Gertru, exclamó -¡Oh Black Wolfe, que gran artista convive contigo! – Un escalofrío recorrió la espina dorsal del extraño comerciante que se sintió transportado a otra época y lugar…

El viejo Studebaker de los Roja se estacionó frente a la casa de abuela Gertrudis y de él descendió Little Riding, llevando su mochila cargada de manjares y algunas latas de “Sopa de Tomates Campbell”, la preferida de su anciana abuela. No era tan grande el pueblo, pero como la jubilación no era muy generosa y el seguro de salud francamente desastroso, la ayuda de la nieta con los alimentos, le proporcionaba una sustancial mejoría económica. La anciana había llegado a no ingerir alimentos el año anterior, pero este año estaba mucho más repuesta y el Sr. Wolfe la miró con algo de hambre. Quizás pensó que el acto impío de ingerir carne humana, le otorgaría una buena calificación en su actual condición como depredador ultra-humano.

·                       *                  *

Una vieja herida de guerra siempre anunciaba a Don Camilo cuando las cosas tendían a complicarse.  Le había sucedido en la Gran Guerra cuando un obús del 88 había explotado cerca de su trinchera, en la cual Camilo Leñador y sus compañeros de armas circunstanciales aguardaban, mientras no había acción. Justamente cuando algún combate ocurría, las balas parecían respetar al pequeño grupo de soldados ítalo americanos.  Se necesitó aquel bombardeo para que tres o cuatro “partisanos” resultaran heridos. Pero la herida de Don Camilo Leñador se había convertido en premonitoria y sabía si llegaba la tormenta o algún problema rondaba por el poblado. Esta vez le dijo que el de los líos, era su asociado Lupus Wolfe. Otra indicación se la dio el hecho de que al pasar por la propiedad de la abuela Gertru, viera estacionados cerca de la casa los vehículos de ella, del Sr. Wolfe y de Little Riding, como los domingos solían estar cerca de la iglesia para ir a misa. Esto no le pareció nada bien porque la combinación era peculiar y desde siempre, no se llevaban bien los Roja con los Wolfe, así que estacionó el camión que guiaba. Quizás el antiguo partisano también era buen sicólogo y pudo leer durante meses en la mirada y actitudes del Sr. Wolfe, la tormenta interna que lo conmovía.

El transmisor de VHF que era el equipo de base en la jefatura de Pine Wood Creek, de pronto sopló un mensaje: --fffsssrrrkriiilk --¡Atención, atención! ¡Estoy en el 2011 de la ruta Answer, junto al campo de la viuda Roja! ¡Por favor, envíen una ambulancia… y apoyo para detener un demente que se cree Hombre Lobo!... ¡Repito, atención…

Por Ethan Casacines.

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pinewoodcreek.com

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