EL REMOLINO
Altas las galerías de nichos. Lápidas de mármol renegrido. Rótulos en cuadrados de lata. Unos hombres blanquean los paredones. Cabecean el clavel, el áster y los crisantemos en floreros de cemento, en floreros de azulejos, en botes haciendo de floreros. Una abeja con pringas de polen zumba entre la corola de un cartucho. Un pajarito de copete picotea la tierra de una jardinera. Las enredaderas y las trepadoras se enredan y trepan por los nombres, las fechas y las cruces. El llantén, la ortiga y la flor de muerto acurrucados al pie de los mausoleos, en las hendiduras de las tumbas y en los rincones de los muros envejecidos de líquenes y musgos. El viento arrastrándose. Arriba, se mecen las araucarias graves y oscuras. En volteretas las hojas secas. Hojas de eucalipto. Hojas de sauce llorón. Hojas de manzanote. Por la avenida de cipreses, un burujo de papel, a toda carrera, rasca el suelo de verdín reseco y puntos brillantes. Briznas de heno. Agujas de pino. Plumas de pájaro. El viento, de barrida, se topa con un montón de ripio. Argamasa reseca. Pedazos de ladrillo tayuyo. Pedazos de madera aún tallada y descolorida. Terrones. Piedras. Restos de coronas y guirnaldas. Se topa el viento con el montón de ripio y de allí se levanta el remolino de polvo. Se eleva. Se envuelve en sí mismo, amarillento y brillante. La tolvanera lleva briznas de heno, briznas de madera, briznas de flores, polvo de ladrillo tayuyo, polvo de argamasa, polvo de huesos. (Entre el montón de ripio, una lata con letras negras y abolladas:
Q. E. P. D. Cleto Apolinario Monterroso R. 27 de septiembre de 1889-19 de fro. 1940. Un cariñoso recuerdo de J. A.)
El remolino de polvo, en espiral de trompo, por la avenida de cipreses. Un hombre que trae una escalera al hombro da la vuelta y se resguarda del remolino detrás del tronco de una araucaria. El remolino sortea los árboles y pasa saltando un montón de coronas y flores secas. Entonces se le agregan semillas de azulinas, margaritas y agapantos, esporas de culantrillo, polen de azucena, polen de nomeolvides, polen de siemprevivas. El remolino de polvo, lejos del crujido de la caja de muerto, en vuelo de polen, briznas y semillas.
El olor del pan recién salido del horno dora el canto de los gallos. Campanas de la Recolección. Campanas del Santuario. Campanas de Santa Catalina.
-Tan-talán-tan. Tan-talán-tan. Tan-talán-tan.
-(Ya están repicando que venía después de la primera misa me dijo pero mejor voy ahora otra vez no vaya a ser que se le haya olvidado) Más allá, las campanas de San José, las de la Merced, las de Capuchinas, las de las Beatas, las del Calvario. Olor de pan francés. Olor de pan desabrido. Olor de pan de manteca. -Tuluc-tuluc -pasa haciendo la leche en los tarros a lomos de mula. Leche de por San José Pinula, de por Puerta Parada, de por San Pedro Pinula. Un viejo hurga en la basura con su bastón. Canastadas de pan francés con su crujidito tostado. Todavía vienen roncando los camiones cargados de carbón humedecido por las nubes de San Lucas. Canastadas de pan desabrido, con sus pirujos, con sus bocones de cachetes tibios, con sus conchas y cachos retorcidos de la risa y palomas de alas apretadas. -Tilín-tilín-tilín -la campanita del rebaño de cabras. Las cabras vienen regando chibolitas por las calles y rompen la fila de los barrenderos. Canastadas de pan dulce -enganchados como patitos de barro, rayadas, shecas, cemitas y pan de culebra. Culebreando las carretillas verdes de los barrenderos en el lagrimón de un borracho echado y encogido en el borde de la acera. Canastadas de pan de manteca -cubiletes, hojaldras, roscas, molletes saltones con su nube de harina y azúcar, tortas con pajaritos sacudiéndose las alas, pan de yemas, champurradas, batidas y chambergas. El anís, el azúcar y el ajonjolí van entre la neblina y se topan con el lechero.
Adormilados los ángeles y los santos. Las tres últimas Avemarías aún revuelan por los altares y se esconden en una hornacina desocupada. En la sacristía, dorado y blancor. Sobre un sillón, desmadejados, la casulla, la estola, el cíngulo y el alba.
-Sí, se lo suplico, padre. Pero se lo suplico mucho.
-No tenga cuidado. Por allá llegaré. Y ya le dije: un platillo con un poco de algodón en rama, migaja de pan, una palanganita con agua, una candela encendida…
-(Un platillo con un poco de algodón en rama migaja de pan una palanganita con agua) Camionetas amarillas, azul y blanco, naranja y rojo. Camionetas trastumbonas, de afuera, con indios y tanates, con redes y manojones de flores.
-(Un platillo con un poco de algodón en rama migaja de pan)
Pasa frente a tiendas, carnicerías, talleres de modas, zapaterías. Automóviles y camiones con los vidrios empañados. Comedores, fondas y herrerías. Funeraria El Recuerdo, Iglesia Evangélica Jesús viene, Tienda La Concepción -Cervezas yaguas frías. Se sirven desayunos-almuerzos y comidas. Un tumulto de perros y ladridos en la esquina. La perra, retozona, corre con la cola erguida. Carretilleros con redes de repollos, acelgas, aguacates y naranjas. Dos jalando y tres empujando. Indios sololatecos con redes de cebollas. Indios con la serpiente roja de la faja, apretadito el paso, bajo el peso de los bultos de verduras hechos con tujas.
-(Un platillo con un poco de algodón) Nabos, remolachas, coliflores. El sastre ya le puso fuego a la plancha de hierro frente a su puerta. Chisporrotea el carbón. Una palanganada de agua, plateando, salta la acera desde otra puerta. El carpintero está barriendo el frente de su carpintería.
-(Otra vez estos chuchos) Arde un montoncito de trozos y viruta debajo del bote que cuelga de un trebejo. El humo de la viruta de cedro busca el olor del pan que pasó por la calle. Peones con piochas y palas a seguir abriendo zanjas. -A mí me da veinte de francés y quince de pan de manteca. -¿Tiene ocote?
-Seis huevos, por favor.
-Que está bien malo el pobre, dicen.
Albañiles encalados de ayer con sus cajas de herramientas: la cuchara, el cernidor, el martillo, el nivel, la plomada.
-Mi pan me lo dio sin ganancia.
-Que anoche entró en agonía.
-Figúrese, por Dios.
-Allí va la pobre.
-Déme de ese bien tostadito. Camionadas de barrenderos. Mulas alegres con trotecillo rápido, jalando las carretas de la basura. Por el boquete del cajón asoman la cara sucia los patojos con su brin al hombro.
-Que bebía mucho, dicen.
-Que fue congestión.
-No, que fue derrame.
-Dios se apiade de él.
-(Un platillo con un poco de algodón en rama migaja de pan una palanganita con agua una candela encendida pobre viejito qué andará buscando entre la basura ya asomaron otra vez estos chuchos)
-Entró en la otra tienda.
-Un francés de a dos y una candela de cera. Sí, una de a diez. . . Camionetas llenas de trabajadores y empleados. Camionetas con colegiales. Un muchachito descalzo va a la escuela con sus cuadernos bajo el brazo.
-Pax huic domui.
-Et omnibus habitantibus in ea.
El gor-gor viene ronroneando desde una cama. Sobre una cómoda, santos de bulto y en estampas, cestos de costura, un tecolote de alcancía. Frascos y tarros de medicinas. Ramitas de laurel y romero. Manojos de ramos contra las tempestades. Dos candeleros con churrigueras de cera. Recostado en la pared, un cuadro. En el cuadro, un enfermo macilento y agónico, con un pañuelo amarrado a la cabeza. Frente a la cama, un sacerdote orando; al lado derecho, un ángel con los brazos extendidos hacia el enfermo; del lado izquierdo, el demonio -peludo, con sus cachos, con su cola, con sus alas de murciélago, tirando de la sábana del enfermo. Chisporrotea la vela encendida. En un platillo está el migajón de pan; en otro, el algodón en rama. En la palanganita de agua juguetea la llama.
-Gor... gor... gor... gor... gor... gor. .. grrr... grr... gr... sssss... gr... gor. .. ggggg...
El sacerdote le aproxima un crucifijo a los labios entreabiertos y resecos. Sube y baja el gor-gor. Los párpados violáceos, en parpadeo delgado. La mano derecha rascando sobre la sábana que recubre el colchón; después, por debajo de la almohada. Rasca y rasca. El frío de la nariz contra el frío del crucifijo. -Asperges me, Domine, hyssopo, et mundabor; lavabis me, et super nivem dealbabor…
-" … quede extinguido en ti todo poder del diablo por la imposición de nuestras manos y por la invocación de todos los Santos…" Del hisopo saltan las gotas del agua bendita y rocían la cama, la cabeza, la cara, las manos.
-(Siento la llovizna ya está lloviznando lloviznaba sobre los árboles sobre tu cabeza y la mía el agua resbalaba por mis ramas y tenías el cabello lleno de estrellas donde bebían gorriones admirados entonces era mayo y tus ojos eran dos cenzontles tibios escondidos en la tarde la llovizna bajaba por el recodo de la siesta y la merienda sobre la hierba y las calles y los tejados parecíamos dos temblores de romero salpicados de geranios la pelusilla de tus brazos nidada de agua clara resbalaba junto a mi boca te protegía del agua bajo mi brazo pero antes habíamos jugado con marzo y abril en el río cuando entrabas corriendo en las pozas mansas me salpicaba tu risa ahora casi de tierra quiero esconderme en tus ojos humedecidos) El sacerdote humedece su dedo pulgar derecho en la tibieza y santidad del óleo, y, haciendo la señal de la cruz sobre los ojos, unge en el murmullo de la fórmula sacramental.
-"Por esta santa unción y su benignísima misericordia, te perdone el Señor todo lo que has pecado con la vista…."
- (Veo dos libélulas de aretes entre la caída de tu cabello castaño en junio te ponías un vestido nuevo con dos duraznos debajo de un suspiro veo tu beso sobre mis ojos mis ojos miraban tu lunar azul en la garganta en lo que la tarde picoteaba naranjas veía tus muslos de diecisiete años con caricia de brizna de canela se me metía en los ojos entre ceja y ceja adivinarte toda aquí un lunar y otro en tu fruta de canícula) De los ojos, el dedo pulgar del sacerdote va a las orejas pálidas que asoman entre el pelo crecido y sudoroso. -"Por esta santa unción y su benignísima misericordia, te perdone el Señor todo lo que has pecado con el oído…"
-(Oigo tu voz tu, palabra tu aliento y tu quejido en una cascada arrullo oía por mi corazón tus pasos que te acercaban al repique de las campanas en domingo el viento hacía rezar a los árboles. en un parque que poblaba tu risa oía el viento que jugaba con tu falda ahora oigo caer la niebla que traerá tu distancia siempre quise oírte recogida en el cuenco de mi oreja como campánula dorada y sonando cantabas y mi oído era una puerta melancólica entreabierta cuando te alejabas)
-"Por esta santa unción..." Tiembla la llama de la vela. El sacerdote unge la boca
-" … te perdone el Señor todo lo que has pecado con la boca…"
-(Beso tu boca y bebo en el ángulo lila de tu párpado mis labios y mis dientes y mi lengua te conocen por tierna y labio por caricia y silencio mientras te recorría mi sed alucinada hasta morderte mi beso de entonces despertaba tu cuerpo esfuminado en el deseo era el tiempo de saborear la menta escondida y las mieles arrebatadas a los pájaros de boca en roca pronunciaba tu nombre de roca en boca mi beso y tu beso encontrándose en los recodos de cualquier tiempo) Entre el humo del incienso chisporrotea la llama de la vela. Afilada la nariz con unas gotitas sobre las aletas heladas. -"Por esta santa unción te perdone el Señor todo lo que…" Va a toser. Tose. El gor-gor vuelve con el sube y baja del pecho y las sábanas. -"…todo lo que has pecado por el olfato." Entonces le unge la nariz. . -(Siento tu olor membrillomanzanarrosa rosa y almohada madrugando junto a los pinos que tenían nidos a los pies para el arrullo piedra de río limpio tabaco de tu cabello mi nariz aleteando te recorría los hombros y la nuca juntos olíamos el pericón y el anís en el llano cuando condimentabas la tarde con tomillo olían los caminos a estar juntos cuando pasabas debajo de las gravileas salías con aroma de estrellas blancas huelo tu tiempo de muchacha me gustaba estar oliendo tus duraznos debajo de un suspiro) La mano derecha rasca por debajo de la almohada; después, va sobre el pecho, y luego va extendiéndose a lo largo del cuerpo. Allí se queda, entrecerrada. El sacerdote unge ahora las manos. Palmas frías, entre blancas y azuladas.
-"Por esta santa unción te perdone el Señor todo lo que has pecado con las manos. . ." Poco a poco las manos se vuelven con el cuenco hacia abajo. Los dedos recogidos. -(Tu cara cabía entre mis manos y después mis dedos caminando se hundían entre tu pelo con las horquetas que hacían mis pulgares con las palmas de mis manos te sostenía por las axilas cuando jugabas a negarte jugábamos andares andares cuando niños trenzando nuestros dedos para el arco del río de niños y niñas y nubes y canciones más tarde tal vez aún lo sientes te recorría toda torpe y palpitante cuando te me perdías pues quería saber si era cierto que estabas a mi lado) -"Por esta santa unción te perdone el Señor todo lo que has pecado con los pies. . ." - (No me cansaba de buscarte mis pies iban detrás de las huellas de los tuyos mi madre me hacía cosquillas en las plantas pronto será octubre noviembre y diciembre buscándome el borde de las uñas te sentía tan distante y cada paso mío era sobre todas las peñas y gradas me cubrías los pies con arena he caminado tanto déjame sentarme a la orilla de ti misma nos descalzábamos para caminar sobre la hierba ahora voy caminando despacio mi madre me regañaba por romper tantos zapatos para que no me lastimen lo frío ese musgo y esas nubes porque voy con los pies por delante esta forma extraña de caminar y no caminar las plantas de mis pies subterráneos me gustaría descansar junto a ti quitarnos los zapatos otra vez y restregar mis pies contra los tuyos a dónde voy a pie sobre espigas de niebla)
-Et lux perpetua luceat eis.
Sus ojos no alcanzan a distinguir los nombres de las lápidas y de los rótulos negros en los cuadros de lata. Entonces se hace sombra con la palma de la mano, horizontal, sobre las cejas. En la boca del nicho hay una hilera de ladrillos esperando. Ve hacia todos lados con el ramo de azucenas y gladiolos blancos entre los brazos. Al dar unos pasos para distinguir mejor, tropieza con los pedazos de argamasa de un montón de ripio. Entre el montón de ripio, una lata con letras negras y abolladas. Se pone a hacer cuentas con los dedos. Los dedos no le alcanzan para los rosarios de tiempo. Se persigna desde su frente llena de arrugas. El viento le agita un mechón gris en la huella del primer movimiento de la señal de la cruz. Sus ojos viajan como dos pájaros desconcertados del montón de ripio al boquete del nicho. Un sollozo subiéndole le derrota los ojos. Allí viene el hombre de la escalera; la ve, pero mejor regresa, haciéndose el desentendido, y cruza al llegar a la esquina de la galería de nichos. Ella mira otra vez la boca del nicho donde hay una hilera de ladrillos nuevos. Da la vuelta y empieza a caminar, apretujando las azucenas y los gladiolos blancos. El remolino de polvo asoma por la avenida de cipreses y manzanotes. El remolino de polvo, remolineando, detrás de ella, en vuelo de polen, briznas y semillas. En un esguince, el remolino pasa alborotándole el cabello y jugueteándole la falda.
-( …mis dedos caminando se hundían entre tu pelo… el viento que jugaba con tu falda)
********************************************************************************************************************************************************
Ricardo Estrada Coloma, Guatemalteco - Cuentista, autor teatral, crítico literario, catedrático e investigador. Estudio Letras en la Universidad de San Carlos y fundó el Departamento de Letras de la Universidad del Valle de Guatemala. Junto a Francisco Méndez Escobar, se considera a Estrada como uno de los grandes renovadores de la narrativa de su generación. -23-09-1917 – 01-04-1976.
CONTINÚA LEYENDO LA REVISTA Y-Letrad@s Nº14
No hay comentarios:
Publicar un comentario