domingo, 30 de mayo de 2010

CULTURA

PALAFITO


La palabra deriva del italiano palafitta.

En el año 2002 un importante descubrimiento en la desembocadura del río Sarno reveló que en la zona portuaria de Pompeya había palafitos asentados sobre un sistema de canales, sugiriendo una cierta similitud con Venecia.



En la costa húmeda venezolana se encuentra una arquitectura muy variada de gran influencia caribeña, encontramos desde palafitos, que son edificaciones tradicionales de origen remoto, hasta casonas finamente edificadas en La Guaira, uno de los principales puertos del país.


 Los palafitos se elevan sobre las aguas y las bases o pilotes donde se edifican, son de madera de mangle o vera, estos pilotes pueden durar casi cien años, sobre ellos se levantan las casas que son cambiadas en cada generación, están construidos de madera rolliza y con tablas ligeramente separadas entre sí para que circule el aire.

Las familias que allí habitan disponen de pequeñas barcas con remos para trasladarse, también construyen "maromas" que son especies de calles en madera por las cuales se comunican diversas familias.
 
Suele llamarse palafitos a grupos de habitaciones o poblados construidos de madera, sobre pilotes o estacas verticales, levantados cerca de las orillas de los lagos o en los remansos de los ríos.

La geografía determina claramente los lugares de este tipo de viviendas: región alpina de los lagos suizos, norte de Italia, sur de Alemania y alta cuenca del Rin y del Danubio. 


Francia


 Tal sistema de vida no ha sido exclusivo de estos lugares ni de tiempos primitivos; a comienzos de la Edad Media surgió la ciudad de Venecia a manera de un enorme y artístico palafito; en el Orinoco y litoral venezolano, los exploradores españoles descubrieron tribus indígenas que habitaban de este modo: de ahí la denominación de Venezuela, "pequeña Venecia"; y en muchos lugares del sudeste de Asia, comarcas malayas, indonesias e islas del Pacífico pueden aún observarse residencias de tipo más o menos palafítico.


La organización de los poblados europeos indica una preocupación defensiva que evidencia una intensa presión de otros pueblos vecinos, principalmente nórdicos, que quizás obligaron a desplazarse en dirección sur a la población residente con anterioridad entre el macizo alpino, los ríos Main y Danubio. Han sido estudiadas más de doscientas estaciones lacustres en Suiza, medio centenar en Alemania y más de treinta en Francia.

Para llegar desde la orilla hasta las viviendas, construían pasarelas de diez o veinte metros de largo por uno a tres metro de ancho, y con el tiempo se tendieron verdaderos puentes de doscientos a trescientos metros de longitud por tres a cinco metros de ancho, lo que demuestra la magnitud e importancia que llegaron a alcanzar dichos pueblos. Con preferencia se buscaban lugares protegidos contra el viento y en donde la profundidad del suelo ribereño fuera mínima, y allí clavaban profundamente los pilotes, golpeándolos con un martillo o maza: grandes maderos de sostenimiento, generalmente troncos enteros de árboles sin descortezar, cuya extremidad se afilaba mediante el fuego para que pudiera clavarse mejor. Sobre ellos, y a un metro aproximadamente del nivel del agua, se trabada una sólida plataforma de sustentación de las viviendas, por lo general de planta cuadrada, con un par de habitaciones, dormitorio y cocina. Para protegerse de la humedad, colocaban en el suelo espesas losetas, recubiertas con corteza de abedul, formando dibujos, y junto a las paredes había bancos para sentarse y dormir.

Las pasarelas o puentes podían destruirse con facilidad en caso de peligro, impidiendo el acceso al poblado. Para comunicarse con las orillas más lejanas poseían botes, gruesos troncos de árbol vaciados, que guiaban mediante hábiles aparejos y a los que bajaban desde la plataforma por medio de escaleras de mano, de travesaños sencillos de roble, con los extremos escuadrados para que no girasen. Por lo general, los poblados no estaban aislados, sino bastante próximos unos a otros, siempre junto a las riberas.

En sus restos de cocina se han hallado semillas carbonizadas y residuos de frutas silvestres, manzanas, peras, endrinas, escaramujos, frambuesas, zarzamoras, nueces de agua, frutos de la haya y del roble; de muchos de ellos sin duda hacían recolección para el invierno.


El descubrimiento de los palafitos se llevó a cabo en 1829 en las cercanías de Zurich, y empezaron a ser estudiados científicamente hacia 1854.

En la actualidad se suelen emplear estas estructuras edilicias como atracción turística.

BORA BORA
, La isla de los palafitos




Fuentes:
Carl Grinberg, El Alba de la Civilización.
Wikipedia

http://www.tahiti-tourisme.cl
http://www.venezuelatuya.com


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